lunes, 10 de marzo de 2008

Apuntes sobre la guerra mediática

Hernán Cano


I
«Si el periodismo fuera el Cuarto Poder habría que derrocarlo inmediatamente». Con esta frase, el periodista francés y director de la Red Voltaire, Tierry Meyssan, dio comienzo a una charla en Caracas, en la que expuso algunos elementos que componen la guerra mediática desatada contra el gobierno popular y democrático de Venezuela.

Como ustedes sabrán, las palabras de Meyssan no representan el pensamiento de la mayoría de los editores y dueños de los canales de televisión y periódicos del orbe. Éstos invierten recursos y diseñan estrategias muy afinadas para fundar y legitimar una realidad que corresponde a los intereses del mercado y no a los intereses, valores y necesidades de los pueblos. Las prácticas que garantizan su poder sobre la explotación de nuestros recursos requieren de un aparato que haga creer, como la matrix de la película, que los medios de comunicación observan, analizan y critican con independencia de los intereses del capitalismo mundial. De esta manera ocultan, de una objetividad periodística inexistente, las verdaderas causas de sus campañas y operaciones de prensa.

«Los medios no son el Cuarto Poder, son anexos del poder», asegura Meyssan, antes de afirmar que detrás de las campañas de manipulación informativa contra Venezuela e Irán, por ejemplo, se encuentra el gobierno de Estados Unidos. Meyssan denunció, durante su visita al país para participar de la Feria Internacional del Libro, que en la sede de la CNN en Atlanta, al lado de la sala situacional de la cadena estadounidense de noticias existe una oficina ocupada por funcionarios del Pentágono, psicólogos y otros profesionales.

Entender este elemento sobre cómo funciona la maquinaria informativa mundial es un gran paso para comprender por qué un gobierno como el de Venezuela es considerado por la prensa comercial como una dictadura, o movimientos antiimperialistas como las FARC o los grupos de resistencia palestinos, reciben el mote de terroristas. Y advertir por qué, en cambio, los actos terroristas provocados por Estados Unidos en Irak o por su principal aliado en Medio Oriente, Israel, contra el pueblo palestino, no son para la mayoría de los medios acciones terroristas.

II
Es así como la dictadura mediática llama dictadura a un gobierno que tiene en menos de 10 años 12 triunfos electorales en su haber, al mismo tiempo que considera democrático al gobierno fraudulento de Bush, o al de Felipe Calderón, éste último luego de otro fraude que le impidió a la centroizquierda representada en Andrés Manuel López Obrador alzarse con la presidencia de México.

Otro tanto ocurre con los gobiernos de Colombia o Chile, ambos son objeto de elogios permanentes porque responden a los intereses imperialistas y no cuestionan el orden social imperante, aunque en el país trasandino se esté cometiendo un etnocidio contra el pueblo mapuche, o en Colombia no se pueda ejercer libremente el periodismo sin correr el peligro de que te maten o te desaparezcan. Si hacen falta algunos otros ejemplos, se pueden agregar dos de los regímenes del Medio Oriente, como Arabia Saudita o Bahrein, que ni evaluándolas con las reglas burguesas sus gobiernos aparentan ser democráticos.

Pero claro, ¿qué ocurre? Unos son aliados incondicionales de Estados Unidos en su guerra contra el terrorismo, los otros representan un contrapeso de las políticas de liberación asumidas en la región por gobiernos como el de Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y Cuba.

La calificación de terrorista también le sirve a este aparato mundial de manipulación informativa para ubicar políticamente al enemigo y poner toda la artillería en su contra. Así, los medios propagan el discurso oficial sobre el conflicto armado colombiano para descalificar y mostrar a las FARC como secuestradores y narcotraficantes, negándole al conflicto su naturaleza política, porque en el fondo su intención es justificar una guerra para aniquilar su amenaza, la guerrilla.

III
Este sistema informativo de masas, controlado por las élites mundiales, emplea un mecanismo selectivo para calificar a buenos y malos, a terroristas y demócratas, a dictadores y estadistas según sus intereses político-económicos. Así logran imponer una visión del mundo que no se corresponde con la realidad. Crean una conciencia falsa de la realidad, con la intención de que las grandes mayorías crean que aquello que no aparece en los medios de comunicación no forma parte de la realidad.

En La formación de la mentalidad sumisa el profesor de Comunicación español Vicente Romano presenta algunas formas de manipulación de las conciencias. Desde la más grosera –la censura- hasta una más sutil –el silenciamiento-. Esta última técnica consiste en silenciar aquello que no conviene decir. «Cuando la verdad no responde a los intereses del capital, no se trata de mentir, sino de no decir la verdad», asegura Romano. De esta manera, se informa sobre un asunto de manera que resulta «más difícil de ver para los lectores, oyentes y telespectadores (…) sin explicar la esencia del sistema, sin contexto».

Los ataques contra el presidente Chávez por su papel ejercido en la liberación de dos dirigentes políticas colombianas en manos de las FARC se incrementaron luego de proponer que esta guerrilla y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) sean retirados de las listas de organizaciones terroristas del mundo, porque obedece solamente a la presión de Estados Unidos. Al día siguiente, el periódico de derecha argentino La Nación, sirviéndose de información de las principales agencias de noticias y del periódico colombiano El Tiempo, aseguraba que la propuesta del presidente venezolano había causado en Colombia «una ola de indignación y rechazo» y afirmaba que la iniciativa fue «criticada por el gobierno, la oposición y la Iglesia». Para este diario dos funcionarios uribistas, un dirigente de la oposición y el presidente de la Conferencia Episcopal, los entrevistados en la nota, son «el gobierno, la oposición y la Iglesia», es decir, todos los sectores políticos. Una vez más, la prensa acompañando el discurso dominante.

IV
En Venezuela, la guerra mediática contra el proceso revolucionario y su líder Hugo Chávez se intensifica y parece que los revolucionarios no encontramos aún la manera de contrarrestar esa ofensiva mundial de manipulación que tiene sus fichas locales, canales y periódicos de la burguesía, despidiendo veneno contra la Revolución las 24 horas del día.

Los ataques y tergiversaciones de la prensa doméstica contra el gobierno por su papel ejercido en la liberación de dos prisioneras de las FARC siguieron la línea de las grandes corporaciones mediáticas mundiales. Aún cuando las principales víctimas del conflicto armado colombiano (los familiares de los guerrilleros y de los retenidos) reconocen que es imprescindible la mediación de Chávez y de la senadora colombiana Piedad Córdova para avanzar en el intercambio humanitario, la prensa venezolana evalúa como negativa la participación del presidente venezolano y desde sus canales de cable y las portadas de sus periódicos aseguran que es un aliado de las FARC, a la que califican como una organización terrorista que se financia del narcotráfico. Un calco de la arenga de la administración Bush, Uribe y su prensa anexa.

Luego de la derrota electoral de diciembre, en las radios públicas comenzaron a oírse algunas críticas hacia los medios de comunicación del Estado. En el portal digital Aporrea y en la radio YVKE Mundial se difundieron distintos análisis y comentarios acerca del pobre papel que jugaron los medios estatales frente a la manipulación que hizo la prensa burguesa del proyecto de reforma constitucional. Los enfoques coincidían en poner evidencia la debilidad del discurso de nuestros medios de comunicación frente al terror infundido por la prensa opositora, que hizo frente común con los acaparadores y desabastecedores y vaticinaba que de aprobarse el texto constitucional iban a desaparecer los alimentos de la canasta familiar y desaparecería la propiedad privada.

Hoy, esa evidencia es incontrastable, y nadie podría negar que la política comunicacional del gobierno es el presidente Chávez, quien además asume la vocería del gobierno en todos los temas relevantes a nivel nacional e internacional.

V
Hace pocos días, en una asamblea realizada en una parroquia del estado Lara a la que asistió el presidente Chávez, una vocera comunal reveló cuán desfavorable es la correlación de fuerzas en el plano mediático. En su Estado -denunció- hay más de 200 radios privadas, muchas de ellas ilegales, que tienen un alcance mucho mayor que las comunitarias, que por ley, en la mayoría de los casos el Estado les limita su capacidad y alcance a las demarcaciones del barrio. Cuando el presidente venezolano escuchó esta denuncia, se preguntó: «¿Qué genio hizo esta ley? ¿Un contrarrevolucionario? Cuando le respondieron que el 89 por ciento de estas emisoras privadas eran adversarias del proyecto bolivariano, la reacción del presidente fue: «¡¿89 por ciento?! El pueblo necesita cañones y nosotros le damos cañoncitos».

Habría que estudiar muy bien cómo es posible que teniendo la revolución a Venezolana de Televisión (VTV), Vive, Ávila TV, ANTV, TeVES, Catia TV, Telesur y los medios comunitarios y el circuito de radios públicas, la agenda la siga imponiendo Globovisión. Es necesario profundizar en qué tipo de mensaje construimos y por qué los medios del enemigo, que no son representativos de la mayoría, resultan más efectivos que los públicos, como para conseguir incluso que muchos de los medios del Estado desperdicien horas de programación en responderles.

Algo debemos estar haciendo mal. ¿Por qué si es evidente que tenemos errores no los corregimos? Si se está de acuerdo, como lo repite semanalmente el presidente Chávez, en que hay una guerra contra Venezuela, ¿por qué no se forma el ejército de comunicadores que se necesita para dar esa pelea? ¿Cuándo dejaremos de pensar que el problema comunicacional no se soluciona con la voluntad de tal o cual individualidad? ¿En este proceso de creación de estrategias se puede prescindir del pueblo? Si sus amenazas, conflictos y necesidades no aparecen en la pantalla, ¿para quién comunicamos entonces? ¿Se conoce lo suficiente sobre la base teórica y práctica que conforman la maquinaria de manipulación informativa que opera contra Venezuela? Algunas preguntas que sólo podrán responderse una vez que estemos concientes de la complejidad de esta problemática, de los escasos resultados de los golpes de efecto, de que debemos prepararnos y planificar una comunicación alternativa, que tenga como principio las mayorías y que se plantee como objetivo la construcción de un nuevo mensaje, de un nuevo contenido, el del socialismo.

A pocos días de la navidad, la Comisión Federal de Comunicaciones estadounidense realizó su última reunión de 2007 y aprobó una legislación que de ser aprobada en el congreso permitiría una mayor concentración de los medios de comunicación. «Necesitamos medios que no actúen a favor del poder, que cuestionen al gobierno», exige la periodista estadounidense Amy Goodman, presentadora de Democracy Now. Para concluir que esta nueva regulación debería ser anulada por el Congreso, de lo contrario «los medios podrían conducirnos a nueva guerra».

El tema comunicacional debería tomar la dimensión que aún no ha alcanzado, lo requiere el momento político interno y el incremento del asedio de la prensa mundial contra Venezuela.

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