lunes, 10 de marzo de 2008

Honor y gloria al bravo pueblo

Ñángara - Karayak - De Pana - Socialistas


Las jornadas del 27 y 28 de febrero del año 1989 marcaron la historia nacional y continental. Aun cuando la izquierda y el movimiento popular estaban golpeados y el imperialismo avanzaba, desde ellas se retomó la iniciativa, hiriendo al capitalismo salvaje y abriendo cauce a la actual Revolución Bolivariana, dirigida por el compañero Hugo Chávez.

Un poco de historia
A principios del año 89 asumió la Presidencia de la República, por segunda vez, Carlos Andrés Pérez, luego de obtener la más alta votación histórica en las elecciones de diciembre de 1988. Con gran popularidad, las expectativas de que Pérez pudiera dirigir el país hacia los añorados tiempos de la bonanza petrolera (con la carga de asistencialismo y populismo estatal de su anterior gestión) eran enormes.

Sin embargo, l@s asesor@s (tecnócratas de universidades norteamericanas) habían diseñado una serie de medidas de ajuste macroeconómico a fin de «sanear» (en criterio utilizado por el Fondo Monetario Internacional) las cuentas fiscales. Tristemente recordado como el «paquete económico», incluía fin de la protección a la producción nacional, aumento del precio de la gasolina en 30%, liberación de los aranceles, elevación de intereses bancarios, devaluación de la moneda...

De esa forma, el capitalismo internacional repetiría en Venezuela el modelo neoliberal utilizado en Argentina, que implicaba la venta al mejor postor de servicios estratégicos nacionales.

Desde enero, empresari@s y distribuidor@s acapararon productos de primera necesidad, con el fin de esperar los nuevos precios de venta al público y obtener grandes ganancias.

El ejemplo que Caracas dio…
Quienes el 27 de febrero salieron de Guarenas a Caracas, se encontraron con la sorpresa de que el pasaje había sido aumentado de manera inconsulta en un 30%. Tal situación generó un cúmulo de reclamos de l@s ya agobiad@s ciudadan@s, originándose -así- las primeras escaramuzas entre chóferes y usuari@s. Se produjo el paro de transporte y much@s se quedaron a medio camino entre su hogar y su sitio de trabajo. La misma realidad comenzó a presentarse a nivel nacional.

Grupos de personas (comunes y silvestres, no preclar@s dirigent@s revolucionari@s, pues no hubo élite guía que pueda adjudicarse la conducción) comenzaron a converger en las principales calles y avenidas del país, con la novedad de «la gran carga de rabia, frustración y desesperación» que llamaba a darle «un parao» al empobrecimiento creciente de las mayorías.

Allí, encontrad@s y reconocid@s como pueblo, definimos nuestros enemigos reales. Surgieron las consignas y la agitación de l@s estudiantes (en ese momento del lado del pueblo), ya sumad@s a las marchas. De pronto, al pasar por los abastos, surgió -de manera casi unánime y automática- una palabra que marcó el quiebre del día y la historia del país.

¡Saqueo!
¡Saqueo! como acto primario de reivindicación y justicia de l@s desposeíd@s. Al abrir los depósitos, el pueblo constató que los alimentos -que no había podido adquirir- estaban acaparados. De la furia a la anarquía sólo hubo un paso. Cada quien tomó lo que podía. La adrenalina al máximo, la gente se rebeló contra todo lo constituido y simplemente actuó asumiendo un «no me la calo más».

La situación se replicó a escala nacional. El gobierno desconcertado, las policías sobrepasadas… La Guardia Nacional tampoco dio la talla ante el empuje popular... Las horas avanzaron y, en la tarde, el ejército salió a controlar la rebeldía que amenazaba con alcanzar otros niveles de acción.
Calles ensangrentadas
Ante una revuelta que en cada esquina, cuadra o calle se reacomodaba a las especificidades locales, se impuso a plomo limpio el toque de queda. La protesta masiva, activa y versátil de l@s pobres, aún sin un proyecto claro de transformación, anunció al país que una época llegaba a su fin y que se imponía enrumbar la nación hacia un mejor destino.

Pese a que la fuerza salvó la institucionalidad elitista y excluyente -cifras oficiales reconocen 300 muertos, 2000 desaparecid@s y vari@s miles de herid@s- la Cuarta República agonizaba. No tenía legitimidad alguna. Las mayorías la revocamos con sangre, piedra, coraje y honor.

¡La lucha continúa!
Los tristes y gloriosos días de lucha y heroísmo de febrero del 89 fueron precursores del presente. Hoy, cuando repican de nuevo las campanas de la historia, ante los mismos enemigos y en condiciones diferentes -más favorables-, las mayorías mantenemos el rumbo hacia un destino mejor. Con igual decisión y dignidad...

¡La lucha continúa!

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