lunes, 10 de marzo de 2008

Cine olvidado

Reinaldo González


Producir películas comerciales, con mensajes huecos que alienan progresivamente a las audiencias, incorporándoles valores, creencias y costumbres que en nada corresponden con sus realidades, es la regla del cine durante la postmodernidad. Sin embargo, no siempre fue así.

Antes de que las grandes transnacionales construyeran el imperio que hoy las sustenta, el cual les permite controlar la producción, la venta, la distribución y la promoción de películas sin que las audiencias puedan incidir de alguna manera en sus decisiones -audiencias enajenadas, audiencias postmodernas-, se dio en Latinoamérica un movimiento que revolucionó la manera de hacer cine. Se trató de una corriente que durante la década de los 50, aprovechando el contraataque del cine de Hollywood hacia los cines mexicano y argentino, inició una serie de cambios que se cristalizó en los años 60 con la llegada del Nuevo Cine.

Los artífices de esta propuesta se preocuparon por la formación de audiencias, a través de cineclubes, filmotecas y publicaciones cinematográficas que mostraban lo que se hacía fuera de Estados Unidos; y de realizadores, quienes tuvieron la oportunidad de estudiar en Europa y nutrirse de las corrientes que atravesaban el viejo continente, entre las cuales llamaba especial atención el neorrealismo italiano.

En consecuencia, desecharon el mimetismo del Espejismo Industrial[1] para innovar con pequeñas producciones que reflejaban realidades sociales propias. Obviamente, el discurso cambió radicalmente, pues la «felicidad» de otras épocas se vio relegada por la desigualdad y la exclusión propias de las urbes latinoamericanas. Además, por costoso y superficial, el «star system» desapareció.

Es por ello que se habla de la adaptación del neorrealismo italiano a la realidad latinoamericana, de la «Búsqueda de una visión latinoamericana» cónsona con nuestras prácticas sociales durante el período en cuestión. Las producciones más exitosas de esta época surgieron en México, de la mano del español Luis Buñuel, quien «tras unos inicios difíciles y vacilantes (...) hizo Los olvidados (1950), Subida al cielo (1951), Él (1952), La vida criminal de Archibaldo de la Cruz (Ensayo de un crimen, 1955), Nazarín (1958), El ángel exterminador (1962) o Simón del desierto (1965), obras de repercusión internacional que lanzaron a intérpretes como Silvia Pinal o técnicos como Luis Alcoriza, guionista con Buñuel y luego director y autor independiente». [2]

Los Olvidados es una historia urbana que nos transporta a la triste realidad de las zonas marginales de la capital mexicana, aunque la problemática tratada se adapta a cualquiera de las ciudades latinoamericanas, donde la delincuencia, la prostitución y las drogas, entre otros muchos flagelos, signan la vida de sus habitantes.

Niños de la calle, privados de la educación y condenados a ser rateros y asesinos, son el centro de la película, pero Buñuel no se limita a mostrar esta realidad de manera superficial, sino que busca en el fondo del problema, reflejando la descomposición social que domina entre las clases empobrecidas. Como buena referencia del cine social, toca asuntos tan complejos como el embarazo precoz, el matriarcado como núcleo fundamental de la familia y la violencia en el hogar.
Sin duda alguna, Los Olvidados contribuyó a dar identidad al cine latinoamericano y constituyó uno de los antecedentes más importantes del Nuevo Cine latinoamericano.

[1] Período del cine latinoamericano comprendido entre los años 1936 y 1950, que levantó una industria imitando de manera solapada patrones provenientes de Hollywood, como la figura del héroe, el amor incondicional y el final feliz.
[2] «Cine mexicano» Enciclopedia® Microsoft® Encarta 2001. © 1993-2000.

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