lunes, 10 de marzo de 2008

Editorial

Siempre supimos que la construcción del Partido sería una ardua y compleja tarea, máxime cuando la composición política de los grupos que expresan las diferentes corrientes ideológicas a lo interno del gobierno es tan diversa.

Sin embargo, estamos convencid@s de la necesidad histórica y concreta de una herramienta organizativa para la unidad del pueblo, con un programa de lucha que exprese nuestros intereses de clase y los mecanismos colectivos para la toma del poder, entendiendo este último como una condición indispensable para lograr la superación de la sociedad actual y crear las bases de la nueva sociedad, siempre que ese poder esté en manos del pueblo organizado.

Cuando hablamos del poder, entendido como posibilidad de hacer cosas, impulsar procesos, cambiar rumbos, también nos ubicamos en que éste puede tener aplicación individual, colectiva o social, y de su carácter dependerán los alcances de su ejercicio. De tal forma, no es sencillo el asunto del poder, más cuando en una sociedad convulsionada por cambios permanentes como la nuestra, un@s poc@s personajes de la vida política formal o del mundo empresarial (incluso ambos casos dialécticamente unidos) pugnan entre sí utilizando todo tipo de vías para secuestrar la capacidad legítima que tiene el pueblo de conducir su propio destino.

En esta realidad se inscribe la construcción del hasta ahora denominado Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y es por ello que en su desarrollo se manifiestan las mismas contradicciones presentes en la lucha social de calle, en los barrios, urbanizaciones, universidades, espacios de gobierno, entre otros espacios sociales diversos. Actualmente se libra en el PSUV una batalla campal por el control político interno, pues los sectores que recientemente llegaron al poder encubiertos por una apariencia revolucionaria, saben que el Partido más sólido que exista en este proceso político, será una de las más fuertes herramientas para la asunción del poder político y a eso han apostado y están apostando todos sus esfuerzos.

Muestra de ello son las contradicciones surgidas en las asambleas nacionales de delegad@s, en el marco del Congreso Fundacional, donde hay compañer@s de lucha dando su mayor esfuerzo por avanzar hacia la concreción de un debate profundo y participativo, mientras al mismo tiempo otros sectores sólo representan intereses parciales y han estado tratando de distraer los debates hacia asuntos subalternos.

¿Qué hacer ante esta realidad dentro del PSUV? No hay duda de que la respuesta es seguir luchando a lo interno, pues no hay marcha atrás y en ese Partido en construcción se encuentra una parte importante del pueblo luchador y combativo, ese pueblo que no merece una traición más. Además, no podemos esperar que las condiciones subjetivas para la Revolución Socialista se creen solas. Debemos empujar en esa dirección y trabajar fuerte para ello.

Sobre crear corrientes o tendencias a lo interno del Partido, es vital no perder de vista que las tendencias y las corrientes ya existen. Lo que falta, en el caso del ala revolucionaria, verdaderamente socialista, es articularse para la lucha, no caer en la misma dinámica perversa de la pugna por el poder parcial. La lucha de la corriente socialista dentro del PSUV tiene que ser por el poder de la clase, con la defensa irrestricta de los más genuinos intereses de nuestra clase trabajadora y luchadora.

Esto pasa por alianzas de principios, programáticas, pero a la vez requiere de articulaciones en el plano de la realidad concreta (quizá esto último termina siendo lo más complejo de mantener en el tiempo), de manera sostenida y con la claridad de que el combate se irá profundizando cada vez más y se hará más complejo, pues los intereses que hay de por medio son muy grandes como para que la derecha endógena permita que el pueblo tome el control político de esta Revolución Bolivariana.

Nuestro papel dentro del PSUV es dar la batalla ideológica a la par de la batalla organizativa, pues hasta los resultados electorales serán producto del trabajo político-ideológico que podamos hacer. Sin embargo, nuestros objetivos son estratégicos. En consecuencia, buscamos resultados a largo plazo para poder garantizar la solidez de las bases necesarias para la Revolución Socialista. Eso no niega que podamos y debamos dar muestras inmediatas de lo mucho que podemos avanzar si es el pueblo el que lidera y no una cúpula endógena que sólo ve en el pueblo un medio para alcanzar sus fines particulares.

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